• Evodio: Malas cuentas, un perdedor
• Abelina: Protagonista de la tempestad
• Cuando el poder y la locura los junta

SIN MEDIAS TINTAS
Jorge VALDEZ REYCEN

• Evodio: Malas cuentas, un perdedor
• Abelina: Protagonista de la tempestad
• Cuando el poder y la locura los junta

Las damas primero: Abelina López Rodríguez acusa desde hace poco más de un año cierta paranoia que se traduce en ira contenida. Su mal carácter y pésimo talante lleva a una conclusión ineludible: el poder la enloqueció.
Huelga exponer ejemplos bochornosos, señales inequívocas, de que algo anda mal en la alcaldesa de Acapulco, de nacimiento oaxaqueño. Quienes la conocen han guardado silencio de sus constantes y reiterados exabruptos, que la dibujan como una persona conflictiva, pendenciera, de “mecha corta” y muy pocas sonrisas o buen trato.
Para quienes han trazado una carrera política de mediano y largo plazo para alcanzar los cargos más anhelados y encumbrados del escenario gubernamental, construir una imagen como la antes descrita es ir directo a la tumba política o más llano: al fracaso de todos sus planes y proyectos a futuro.
No basta ser, sino la manera de ser.
Convertirse a golpe de rabietas, malhumorados dichos, amenazas disfrazadas, malas actitudes y pésimo manejo de imagen pública, proyectan a Abelina a un callejón sin salida, aislada, confrontada y rumiando su frustración inocultable, como su desaseado comportamiento en la cordialidad de la convivencia.
Algo muy grave le ocurre a la alcaldesa en su entorno emocional, que se traduce en comportamientos y un estado alterado permanente. Cambios anímicos drásticos, súbitos, podrían enviar mensajes de cierta bipolaridad, cuyos efectos deben ser tratados por especialista de la psique.
Ante un cúmulo considerable de actos, acciones, actitudes y conductas anormales, entendido esto por lo que no es normal, debería sugerirse a la primera autoridad del municipio de Acapulco un examen de aptitud, que despeje cualquier duda que los acapulqueños abriguen de la buena salud mental de Abelina. Y lo advertimos con toda la seriedad y respeto que se merece una mujer, sin menoscabo de su integridad personal, pero sí por su elevada condición de servidora pública y garante de la toma de decisiones que podrían afectar o beneficiar a una sociedad por ella gobernada.
A toro pasado, Evodio Velázquez Aguirre proyecta un inusitado descaro y desafío a la cordura de quienes tengan dos dedos de frente. Un pícaro de la política en su expresión más retorcida. Poseedor de una estela imborrable de cuestionamientos a la honestidad y honradez que impone el ejercicio público. Pájaro de cuentas, lo llamaron en su tiempo políticos de viejo cuño.
En ocasión de su fiesta cumpleañera, reunió en su mesa y en apretadas fotos caras sonrientes de quienes no ocultaban, en realidad, alegría y buena vibra. De dientes hacia fuera, o por pura pose, Evodio mandó un mensaje de cierta vigencia en sus aspiraciones, pero oculta que su paso por la presidencia municipal de Acapulco estuvo salpicada por corrupción, deshonestidades, desvíos de recursos y observaciones a la cuenta pública de su administración.
Ignorar ese pasado, disimularlo, fingir su estado anímico, es torcer una realidad.
Buscó ser candidato a gobernador y falló. Quiso ser diputado local y no alcanzó. Pretende insistir que el suyo fue un “buen” gobierno, es demencial.
Montarse en una ola de falsa popularidad, impulsar una campaña mediática sin producto competitivo, real, atractivo y redituable, es ir al precipicio del tamaño abismal de sus sueños tropicales. Fantasía retorcida de alguien tristemente recordado como un joven voluntarioso, pero ambicioso y corrupto.
Vaya tristeza de nuestra realidad: prolija en ejemplos que dan pena y vergüenza a los acapulqueños. Me resisto a admitir la frase quejumbrosa: “Es lo que hay…”
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS. (45 años haciendo periodismo).

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