“el soberano debe apreciar las sinceridades rebeldes y dudar de los súbditos en apariencia más sometidos”. Luis XIV.
*Por : Efraín Flores Maldonado, Doctor en Ciencia Política *
Con aprecio al Lic.Adán Augusto López Hernández,titular de la SEGOB ,reconociendo su eficaz estrategia,para lograr acuerdos que fortalezcan la Seguridad y estabilidad política de México.
En estos tiempos de notorias fronteras políticas en la vida de nuestra nación, es valioso que destaquemos las ideas básicas del “Rey Sol”, Luis XIV, contenidas en sus “Memorias sobre el Arte de Gobernar”.
El poder político desde siempre es, ha sido y será apreciado y juzgado por su legitimidad de origen.
En el tránsito de su aplicación, el poder avanza y retrocede, amplia o pierde su legitimidad popular.
El poder no está hecho para la contemplación, sino para la acción.
Pensar, decir y hacer, son pinceladas que dibujan el rostro del poder público.
El Rey Sol en su texto, señala que quien ocupa el poder “deberá rendir cuenta pública de todos sus actos a todo el universo y a todos los siglos”.
Esto es, se le juzgará en el presente y en tiempos por venir; es el juicio de la historia.
A los humanos que son quienes mandan, la soberbia los hace considerarse infalibles.
El Rey Sol decía que “es propio de un carácter mezquino, la pretensión de no equivocarse jamás”.
En la Corte del Rey hay intereses más que lealtades.
Además, los ministros del Rey no deben ser designados “por azar”; su elección debe tener como base el mérito.
Un Príncipe cuyos ministros sean improvisados, no podrán enfrentar ni resolver de verdad los problemas de su reino y con seguridad pasarán a la historia “sin utilidad y sin gloria”.
Para que la obra del soberano sea exitosa, es indispensable “un gran trabajo de su parte y una buena elección de las personas que van a secundarlo”.
El Rey Sol sabía que la obra eficiente del poder público no es el resultado del esfuerzo y capacidad de un solo hombre, sino de un colectivo en el que exista la suma de talentos del Rey y de sus ministros.
Trabajar y vigilar los acontecimientos del reino, estar atento a las normalidades y a las incidencias, tratando siempre de advertir anticipadamente “las intenciones más lejanas de cortesanos y adversarios”.
El Rey debe ser como un pintor talentoso… crítico de su propia obra para poder oportunamente “borrar por sí mismo lo más atrevido que ha pintado”.
Ser directo y franco siempre, no usar la mentira como instrumento de poder; no engañar, porque “el artificio se desdibuja siempre y no produce por mucho tiempo los mismos efectos que la verdad”.
Tener siempre cuidado de los dineros públicos porque “el manejo de las finanzas es la función más delicada de todas, por ser capaz de seducir al que las ejerce y en las que hay más riesgos de corrupción”.
La modestia y la humildad deben ser prendas preciosas de todo príncipe legítimo.
Pues no hay nada más molesto y chocoso que observar a alguien que asaltando el poder, sea altanero y soberbio “sin tener nada eminente por la fortuna… ni por el mérito”.
Además, la imagen pública del príncipe, es coraza y manto mágico popular, pues “Nada produce mayores efectos en poco tiempo como la reputación del príncipe”.
Eso y más dice el Rey Sol, reiterando siempre que gobernar más que una ciencia …es un arte.